Una bitácora hecha también por hombres y mujeres, en donde suben y escriben publicaciones relacionadas a la dominación o el "ballbusting".
Aún no he terminado de leer todas las entradas, pero la que sigue a continuación me gustó mucho. Enjoy!
En la guerra de los sexos, en el combate físico macho-hembra...
La desventaja del hombre, del macho, es que no tiene la preparación psicológica para enfrentar físicamente en una contienda a una mujer, a una hembra débil y frágil. Al macho se le prohíbe desde niño tocar a la débil hembra. El macho ve a la hembra físicamente inferior y por ello va sin cautela a su encuentro. Se siente poderoso, lleno de músculos e imbatible ante ella. La mujer evalúa las fortalezas y debilidades del varón y no siente piedad con el macho para combatirlo, su objetivo siempre será causarle el mayor daño posible sin importar qué tan vulnerables sean algunas de sus partes anatómicas. La hembra utiliza todas sus armas y tretas, incluso sexuales para derrotarlo. La hembra conoce las urgencias de un varón y sabe cómo ponerle la pieza dura al macho para distraerlo. El varón difícilmente toma en serio la lucha contra la hembra hasta que es demasiado tarde. El siempre cachondo macho cae fácilmente en los engaños y en las manos de la hembra. El exceso de confianza del macho en su fuerza y virilidad, además de llevar al campo de batalla un par de colgantes y desprotegidos testículos, frágiles y visualmente expuestos fuera de su cuerpo, son las causas de su derrota. En una pelea hombre-hombre, atacar las partes nobles es deshonroso. A la hembra nunca se le enseñó a tratar al hombre o a sus bolas con suavidad. La hembra aprovecha esa desventaja anatómica del varón y no muestra compasión por dañar las preciadas joyas que el macho descuidadamente carga en la delgada bolsa de pelos entre sus muslos. Ella ataca sin dudar esa zona débil con ferocidad. La rabia y frustración de la hembra contra el macho son descargadas en sus indefensas criadillas. El macho no puede soportar el dolor que le producen las lesiones en sus vulnerados testículos y es incapaz de ponerse en pie y continuar el combate. El orgulloso y poderoso macho ha perdido el encuentro y cae rendido y humillado ante la hembra.
Y en el ámbito sexual, el poder de la hembra es avasallador sobre el macho. El hombre se cree superior por tener un pene que se levanta tiezo y poderoso como una espada que va al combate. El macho desenvaina la cabeza de su pene y va ansioso, corajudo y dominante para someter a la hembra. En el primer asalto, la vagina caliente y húmeda de la hembra espera cautelosa y paciente atrayendo con sus dulces jugos al incauto mazo robusto del varón en una sabrosa emboscada. Dentro de la jugosa caverna, luego de varios minutos de implacables jadeos y violenta lucha, la vagina consigue abatir al duro miembro viril del macho, haciéndole derramar sus jugos vitales y su energía. La caliente vagina se estrecha y estruja el miembro del macho con cada contracción, extrayendo hasta la última gota de su néctar. La poderosa verg@ cae como gladiador que ha recibido la herida mortal, reducido a una débil y flácida tripa, blanda, adolorida y moribunda. Con cada eyaculación el macho sufre un gran desgaste de energía y fluidos; la hembra le produjo un gran desgaste físico, un desgaste que él mismo entrega. La vagina espera por más, pero el pene del macho es incapaz de volverse a levantar para el segundo asalto. La hembra se siente más caliente y ansiosa que al inicio del combate y ardiente desea más de su poderoso macho, pero el macho exhausto es incapaz de continuar y cae ante ella rendido e impotente en el campo de batalla, abatido y humillado por su agotada verg@. El antes poderoso miembro viril ha vuelto a traicionar al macho; la hembra lo ha vencido. No importa cuántas veces se repita el combate, el final siempre es el mismo. Después de un largo letargo, la verg@ se recupera lentamente de su languidez y postración y el macho vuelve a acechar a su hembra, sólo para terminar nuevamente abatido, exhausto y humillado con el rabo escurrido caído entre sus piernas.
La desventaja del hombre, del macho, es que no tiene la preparación psicológica para enfrentar físicamente en una contienda a una mujer, a una hembra débil y frágil. Al macho se le prohíbe desde niño tocar a la débil hembra. El macho ve a la hembra físicamente inferior y por ello va sin cautela a su encuentro. Se siente poderoso, lleno de músculos e imbatible ante ella. La mujer evalúa las fortalezas y debilidades del varón y no siente piedad con el macho para combatirlo, su objetivo siempre será causarle el mayor daño posible sin importar qué tan vulnerables sean algunas de sus partes anatómicas. La hembra utiliza todas sus armas y tretas, incluso sexuales para derrotarlo. La hembra conoce las urgencias de un varón y sabe cómo ponerle la pieza dura al macho para distraerlo. El varón difícilmente toma en serio la lucha contra la hembra hasta que es demasiado tarde. El siempre cachondo macho cae fácilmente en los engaños y en las manos de la hembra. El exceso de confianza del macho en su fuerza y virilidad, además de llevar al campo de batalla un par de colgantes y desprotegidos testículos, frágiles y visualmente expuestos fuera de su cuerpo, son las causas de su derrota. En una pelea hombre-hombre, atacar las partes nobles es deshonroso. A la hembra nunca se le enseñó a tratar al hombre o a sus bolas con suavidad. La hembra aprovecha esa desventaja anatómica del varón y no muestra compasión por dañar las preciadas joyas que el macho descuidadamente carga en la delgada bolsa de pelos entre sus muslos. Ella ataca sin dudar esa zona débil con ferocidad. La rabia y frustración de la hembra contra el macho son descargadas en sus indefensas criadillas. El macho no puede soportar el dolor que le producen las lesiones en sus vulnerados testículos y es incapaz de ponerse en pie y continuar el combate. El orgulloso y poderoso macho ha perdido el encuentro y cae rendido y humillado ante la hembra.
Y en el ámbito sexual, el poder de la hembra es avasallador sobre el macho. El hombre se cree superior por tener un pene que se levanta tiezo y poderoso como una espada que va al combate. El macho desenvaina la cabeza de su pene y va ansioso, corajudo y dominante para someter a la hembra. En el primer asalto, la vagina caliente y húmeda de la hembra espera cautelosa y paciente atrayendo con sus dulces jugos al incauto mazo robusto del varón en una sabrosa emboscada. Dentro de la jugosa caverna, luego de varios minutos de implacables jadeos y violenta lucha, la vagina consigue abatir al duro miembro viril del macho, haciéndole derramar sus jugos vitales y su energía. La caliente vagina se estrecha y estruja el miembro del macho con cada contracción, extrayendo hasta la última gota de su néctar. La poderosa verg@ cae como gladiador que ha recibido la herida mortal, reducido a una débil y flácida tripa, blanda, adolorida y moribunda. Con cada eyaculación el macho sufre un gran desgaste de energía y fluidos; la hembra le produjo un gran desgaste físico, un desgaste que él mismo entrega. La vagina espera por más, pero el pene del macho es incapaz de volverse a levantar para el segundo asalto. La hembra se siente más caliente y ansiosa que al inicio del combate y ardiente desea más de su poderoso macho, pero el macho exhausto es incapaz de continuar y cae ante ella rendido e impotente en el campo de batalla, abatido y humillado por su agotada verg@. El antes poderoso miembro viril ha vuelto a traicionar al macho; la hembra lo ha vencido. No importa cuántas veces se repita el combate, el final siempre es el mismo. Después de un largo letargo, la verg@ se recupera lentamente de su languidez y postración y el macho vuelve a acechar a su hembra, sólo para terminar nuevamente abatido, exhausto y humillado con el rabo escurrido caído entre sus piernas.
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